(…)
Sueñan las pulgas con comprarse un
perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de
pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena
suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del
cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la
mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando
de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los
ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,
rejodidos.
Que no son, aunque
sean.
Que no hablan
idiomas, sino dialectos.
Que no profesan
religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte,
sino artesanía.
Que no practican
cultura, sino folklore.
Que no son seres
humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara,
sino brazos.
Que no tienen
nombre, sino número.
Que no figuran en
la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que
cuestan menos que la bala que los mata.
Los Nadies.
Eduardo Galeano.